Luna



Sebastián volteaba al cielo, tratando de descubrir aquel círculo brillante que se ocultaba pudorosamente tras una nube. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, solo vislumbraba los millones de estrellas enganchadas a esa tela azul oscura.

Un estremecimiento hizo chocar sus dientes al sentir una corriente de aire frío un poco más fuerte que las anteriores... a decir verdad, hubiera sido conveniente llevar algo con que abrigarse, pero no estaba entre sus planes esa exploración nocturna.

- Vuelvo en un rato, sólo consigo la pieza que se daño del aparato y regreso en un abrir y cerrar de ojos.
Pero ni él, ni Nathaly, habían previsto que la tienda de refacciones estaría cerrada, ni que la más próxima aparte de esa estaba en el pueblo vecino (eran nuevos en ese rumbo), y menos aun, que el viejo y destartalado Volkswagen iba a tener uno de sus ataques de achaques.

Así que Sebastián, al encontrar la tienda cerrada, preguntó, y decidió aventurarse al siguiente pueblo.

Y ahí estaba: solo en el llano, con un frío inmenso, un estómago hambriento y un carro agonizando. Pero hipnotizado por la luna.

¿A qué se debía ese influjo que el astro estaba ejerciendo sobre él? ¿Por qué no volvía caminando a casa en lugar de quedarse ahí sentado, arriesgando se a que alguna banda de malandrines llegaran y le quitaran lo poco que traía en la cartera?

No lo sabía... simple y sencillamente no lo sabía. Pero no podía levantarse e irse.

Ya habían pasado más de 5 horas. De seguro Nathaly estaría preocupada y habría llamado a los vecinos pidiendo que le ayudaran a buscarlo. En realidad no les sería difícil dar con él, ya que no estaba tan alejado del pueblo, pero siendo Nathaly tan exagerada, no tardaría en convencerlos de que algún león lo había matado y después le había servido de alimento a algunos pelícanos... ahhh.. Nathaly... era tan...

¿Qué fue eso? - se oyó preguntarse. Cerró la boca y trató de captar nuevamente aquel quejido vago...
El viento le dio otro golpe y un estremecimiento lo recorrió...

- Sebastián... Sebastián... Sebastiááán
- Sí, aquí estoy... dime qué pasa, en qué puedo ayudarte...
- Mírame... por favor, dirige tus ojos hacia mi
- ¿Pero dónde estás? Parece que te encuentras muy lejos
- Voltea al cielo...

Sebastián alzó la cabeza y vio... la Luna le estaba hablando!

- ¿Eres tú, Luna? Acaso es tu voz la que me llama?
- Sí. Quiero decirte algo que llevo en mi desde el día que naciste... algo que oprime mi frágil interior...
- Luna, estoy escuchándote... puedes...
- Shhhh! tengo que darme prisa antes de que el tiempo se me acabe. Sebastián, es mi deseo confesarte, que a pesar de que he sido la observadora de tantos romances afortunados y desafortunados en mi vida extremadamente larga, a pesar de que he conocido a cada criatura que se ha posado sobre la Tierra... Sebastián... Sebastián, te amo...

Sebastián quedó completamente atónito ante la revelación... ¿Cómo era posible que la luna...? La Luna!

- Luna...
- Shh! Sebastión... ¿aceptas venir conmigo y que compartamos lo que aún queda de tu efímera existencia?

Sebastián no recordaba haber dicho que sí. Pero tampoco recordaba haber dicho que no.

Pero de repente ya no sintió frío, ni vio el llano, ni encontró su coche. Y chocó contra algo. ¿Qué? Estaba demasiado oscuro para verlo.... sintió los brazos dormidos... hormigueantes... y reparó en las rejas...

Ah! ahora caía en la cuenta... Sonrió y se sentó de nuevo mirando hacia la luna... una luna cortada por 6 líneas verticales y escuchando la voz de ELLA que le llamaba... como todas las noches.

...

Eres la luna sobre el mar...

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