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Viviendo en Voz Alta


Un Misionero no es la luz del mundo, 
pero compartimos ESA luz 
que nos gustaría ver en todos.

Estamos aquí para vivir en voz Alta; porque no podemos vivir de otra manera sabiendo que Dios esta con nosotros. Sabiendo que Jesús vino, venció la muerte; y sigue viviendo en cada uno de nosotros. No podemos amarrarle las manos a Dios que, a través de nosotros, quiere seguir viviendo, quiere compartir el latido de nuestros corazones. Que esta lleno de Él y que no puede quedarse sin darse a los demás.

Sabe que todos vivimos por un solo objetivo que es seguir construyendo su reino. Sobre todo compartiendo el amor con el que llena nuestros corazones. Que tenemos fe en que no nos dejará solos nunca porque somos uno mismo con Él y nos ha confiado la tarea de compartir el punto más alto de la fe que es la alegría. Esa fe que todo mundo tiene pero la tiene muy apagada.

Somos los elegidos para ir a llevar esa luz, ese fuego que esta en nuestra Alegría para prender cualquier ceniza de carbón con que nos podamos topar, no sólo en la sierra, sino en cada momento de nuestras vidas.

A un misionero se le pueden pedir muchas cosas. Tiene muchas tareas y actividades que realizar, puede o no hacerlas, pero lo que NUNCA se le va a permitir a un misionero es que deje de vivir en voz Alta, porque el mensaje mas importante que Nos vino a dejar, no puede darse más que con el corazón lleno de Su amor y con el convencimiento de que venció la muerte y con esa fe de que Él sigue vivo a través de cada uno de nosotros.

Un misionero no es esa persona que va diez días a la sierra, un misionero es es quien toma la actitud de vivir en voz Alta toda su vida y dejar huella en casa persona que se cruza en ella. Un misionero disfruta la alegría de los demás, la comparte y suma energía positiva a su entorno.

Este mundo está necesitado de personas como ustedes que disfrutan lo que hacen, que sirven con la sonrisa que sólo el servicio puede sacarnos, con las ganas de hacer lo que nos llena, y así cada vez llenamos más el amor de Dios y poder contagiar a más gente e irradiar esa luz con más fuerza para que más gente sea contagiada con la luz que deja un misionero en donde sea que se pare.


D.I. Luis Carlos Vega Ruiz
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Donde nos esperan

"Siempre acabamos llegando a donde nos esperan". - "El Viaje del Elefante", José Saramago
La vida no deja de sorprenderme. Cómo todo puede cambiar en un segundo, cómo todo se va encaminando y nos va llevando a un lugar que desconocemos, pero que, seguramente, sea a donde tenemos que llegar. Estos últimos días estuve reflexionando sobre los cambios que atravesamos a lo largo de la vida, tanto en los personales como en los ajenos, y pude ver muchas cosas. Ante determinadas situaciones o circunstancias, nos podemos sentir raros, tristes, angustiados, hasta perdidos, pero después de un tiempo, una vez atravesada la tormenta, empezamos a ver las cosas con mayor claridad, hasta que aparece la luz. Nos damos cuenta de que por algo fue todo lo que vivimos, hubo un motivo por el cual esa persona, relación, ese trabajo, momento o situación llegó a nuestra vida. Por algo nos tocó vivir esa circunstancia, estar en ese lugar, ocupar determinado espacio. Cuando frenamos y miramos dónde estamos y dónde solíamos estar, nos damos cuenta de que aquello que nos perturbó nos llevó a ser quienes somos hoy en día. Logramos ver que las historias que vivimos, aunque algunas nos hayan causado dolor, nos hicieron fuertes en algún aspecto, pero, simplemente, en ese tiempo no pudimos tomarlo de tal manera. La vida trata de experimentar cosas, así: aprendemos, nos equivocamos, caemos, nos levantamos y después seguimos; a veces sin rumbo, otras con un poco de claridad, algunas con un objetivo concreto. Todo en la vida tiene una razón de ser, creo que es una preparación para nuestro “Yo” de hoy y de mañana, para ir formándonos como personas, para ser capaces de elegir nuestro rumbo o para salir de aquél en el que estábamos y en el que no éramos felices. Por algún motivo que desconocemos, pasamos por situaciones, relaciones, momentos, circunstancias que nos van preparando. Recuerdo la frase que le dice Romeo a Julieta, en la tragedia del escritor William Shakespeare: “Soy un juguete del destino”. No sé si el destino existe o no, pensar en el determinismo me hace sentir que no tengo libertad, pero esa frase se ajusta en algo a lo que expuse hasta ahora si tenemos en cuenta que, muchas veces, no encontramos explicación a cosas que suceden, simplemente ocurren y por más que intentemos explicarlas, no siempre encontramos un fundamento lógico y racional. Pensé en la vida como un rompecabezas, donde las piezas están mezcladas, separadas. Al intentar armarlo vamos uniendo algunas, un par encajan y otras no, las vamos reemplazando por otras, hasta encontrar la perfecta y, así, sucesivamente, hasta formar una imagen. Cada parte se va uniendo con el todo y, de a poco, aunque nos lleve tiempo y perdamos la paciencia en el intento, logramos juntar a todas ellas. La vida es así para mí. Tratamos de armar nuestro propio rompecabezas, de ir uniendo las piezas, cuando éstas no encajan las sustituimos por otras, hasta lograr acercarnos cada vez más a un todo perfecto. Si hay algo de lo que estoy seguro es que, tarde o temprano, todo resulta como tiene que ser, como dijo el escritor José Saramago: “Siempre acabamos llegando a donde nos esperan”.
 
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