El tiempo golpea al humano y lo hace frágil e indefenso, la levedad de la vida lo convierte en los restos autómatas de la sociedad, se disipa su discernimiento y comienza a ser parte de nada, madura hasta el tope, es el árbol que le hace cosquillas al cielo, que tiene que ser talado por que la madera empieza a tener termitas, el ser inservible, el que todo ha olvidado y por nadie es recordado. El polvo sale de sus poros y el universo lo sabe pero lo ignora. La vejez borra las memorias y los kilos de años hacen que el mundo entienda que ha de aborrecerlo.
El final de los ciclos lleva al individuo a la decadencia de la existencia, todo carece de sentidos: no se huele el perfume de las flores, las manos toscas no dejan sentir la piel tersa del ser amado, ha de vivirse triste, desechado, asqueado de si mismo, con las ganas de ser inmersas en la juventud, con el placer perdido en los recuerdos… sin posibilidad de juzgar y aun peor sin ser juzgados.
escritor: Lunalis
Foto: Asun Olivan
0 instantes:
Publicar un comentario