La existencia de un sentimiento real o supuestamente de inferioridad frente al mundo podría explicar, parcialmente al menos, como nos presentamos ante los demás. Pero mas vasta y profunda que el sentimiento de inferioridad, yace la soledad.
Es imposible identificar ambas actitudes: sentirse solo no es sentirse inferior , sino distinto. El sentimiento de soledad , por otra parte, no es una ilusión , como a veces lo es el de inferioridad , sino la expresión de un hecho real : somos, de verdad distintos, y de verdad estamos solos.
En el valle de México el hombre se siente suspendido entre el cielo y la tierra y oscila entre poderes y fuerzas contrarias, ojos petrificados, bocas que devoran. La realidad, esto es, el mundo que nos rodea, existe por si misma, tiene vida propia y no ha sido inventada, como en los Estados Unidos, por el hombre. El mexicano se siente arrancado del seno de esa realidad, a un tiempo creadora y destructora, Madre y Tumba. Ha olvidado el nombre, la palabra que lo liga a todas esas fuerzas e que se manifiesta la vida. Por eso grita o calla, apuñales o rezas, se hecha a dormir cien años
La historia de México es la del hombre que busca filiación, su origen. Sucesivamente afrancesada, hispanista, indigenista, "pocho", cruza la historia como un cometa de jade, que de vez en cuando relampaguea. En su excentrica carrera, ¿que persigue? Va tras su catástrofe: quiere volver a ser sol, volver al centro de la vida de donde un día fue desprendido.
Nuestra soledad tiene las mismas raíces que el sentimiento religioso. Es una orfandad, una oscura conciencia de que hemos sido arrancados del Todo y una ardiente búsqueda: una fuga y un regreso, tentativa por restableces los lazos que nos unían a la creación.
Nada mas alejado de este sentimiento que la soledad del norteamericano. En ese país el hombre no se siente arrancado del centro del la creación ni suspendido entre fuerzas enemigas. El mundo ha sido construido por el y esta hecho a su imagen: es su espejo. Pero ya no se reconoce en esos objetos inhumanos, ni tampoco en sus semejantes. Como el mago inexperto, sus creaciones ya no le obedecen. Esta solo entre sus obras, perdido en un "páramo de espejos", como dice José Gorostiza.
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